No hay que elegir entre una u otra para asignar un cargo o responsabilidad: ambas características son relevantes al momento de tomar la decisión. Pero si en verdad queremos que nuestro país y sus instituciones avancen, entonces la dimensión de más peso tiene que ser la meritocracia.
¿Por qué? Porque así podrán competir –en igualdad de circunstancias– un elemento con varios años en la organización frente a un candidato que, con menos tiempo en el juego, hace aportaciones que incrementan diariamente la ventaja competitiva de la empresa y/o asociación.
La meritocracia también es una característica que –a la larga– constriñe de manera positiva a los miembros más antiguos de una compañía para que nunca bajen la guardia, para que no pierdan el ritmo, para que apliquen su talento de manera ininterrumpida.
Asignar un cargo o responsabilidad con base en la antigüedad equivale a entregarle un diploma, título o medalla a la persona que lleva más tiempo calentando la silla. Es un acto basado en el dañino “ya le tocaba”. Una decisión que premia la pasividad antes que la actividad.
Tampoco es pertinente entregar el cargo a la persona con más tiempo en la institución porque así nadie te critica (no te grillan, pues) o porque es la decisión políticamente correcta. El líder tiene que cantar como Cuco Sánchez (“…No soy monedita de oro…”). ¿Refunfuñan por apostarle a la meritocracia? ¿Y? Recuerda que ya lo dijo Cervantes en el Quijote: “Señal de que vamos avanzando, Sancho”.
México necesita que las personas con más méritos (sin importar su edad, sexo, preferencias, condición social…) lleguen a los cargos de mayor responsabilidad organizacional. Si en nuestras manos está asignar los puestos y tareas, entonces no debe temblarnos la mano para concederle más peso –en un ejercicio sano de ponderación– a la meritocracia. Es de sabios reconsiderar (“en una segunda reflexión”, dirían los Ministros de la Corte).
* El autor es abogado, periodista, administrador y blogger. Subcoordinador de la Comisión de Ética Profesional de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados (BMA) y miembro de la Asociación Nacional de Abogados de Empresa (ANADE Colegio). Profesor de posgrados en Alta Dirección, Derecho, Gobierno y Políticas Públicas en la UNAM, EBC, UP, La Salle, ICAMI y HC Escuela de Negocios.