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  • Por Luis Hernández Martínez*

Atrapados entre la “posverdad” y el “poscuícuri”


Hoy todo mundo es periodista solo por tomar fotografías, videos y subir su material a las redes sociales: ¿pero eso es buen periodismo?

Los sabios advirtieron sobre una época donde los hechos objetivos influirían menos en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a las creencias personales.

El subjetivismo, relativismo y egoísmo dirigirían la toma de decisiones de la población (educada o no, daría lo mismo), vaticinaron una y otra vez los antiguos ilustrados. Esa era llegó, quizás antes de lo previsto. El Diccionario Oxford la llamó: “posverdad” (en realidad la plasmó como post-truth pero, ya sabes, la bendita obligación moral de traducir).

La “posverdad” afecta a todos, en mayor o menor medida. Por ejemplo, para no perdernos en la multiplicidad de universos, tomaremos al periodismo mexicano como muestra. Mejor aún: a las redes sociales y su impacto en las decisiones de la judicatura federal.

Si tomamos como medida la opinión que Umberto Eco tenía sobre los usuarios (creadores de opinión y/o tendencias) de las redes sociales (“legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”) entonces suspender a un juez por la presión viral no es una decisión muy defendible.

Y no es que justifique o comprenda la acción del Consejo de la Judicatura Federal pero, seamos sinceros, ¿quién tiene la culpa al final (tanto de la contratación del juez como de ceder ante la presión viral)? ¿El indio o el que lo hace compadre?

Además, si a todo lo anterior agregamos que la definición de periodista es, por decirlo de alguna manera políticamente correcta, muy amplia en la Ciudad de México (artículo 2º de la Ley del Secreto Profesional del Periodista del Distrito Federal), ya solo me resta esperar que por el hecho de cargar un estetoscopio me digan médico. O que por usar un metro me llamen ingeniero. Ya sabes, aquí todo puede pasar, atrapados entre la “posverdad” global y el “poscuícuiri” mexicano.

* El autor es abogado, periodista, administrador y blogger. Abogado certificado de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados (BMA) y miembro de la Asociación Nacional de Abogados de Empresa (ANADE Colegio). Profesor de posgrados en Alta Dirección, Derecho, Gobierno y Políticas Públicas en la UNAM, EBC, UP, La Salle, ICAMI y HC Escuela de Negocios.

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