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Sin paz, ni justicia

La ansiedad de atravesar un proceso penal.


México tiene deudas importantes con miles de personas que, a pesar de la magnitud de su tragedia y esfuerzos, aún no tienen claro el camino, ni la manera, de cómo obtendrán la justicia pronta y expedita que promete nuestra constitución.


Por Luis Hernández Martínez


Aquí, el testimonio de una de las protagonistas del drama del proceso penal… ¿Su papel? Víctima...


Los días pasan. Aún no tenemos noticia sobre la investigación complementaria. Bueno, alguna novedad. Tener en prisión preventiva justificada al presunto asesino de mis hijos y de mi madre no mitiga mi pena (https://www.altadireccionjuridica.com/post/impunidad-o-corrupci%C3%B3n). No detiene la angustia, menos aún el sufrimiento. Su detención no ofrece respuestas, ninguna. Ni siquiera alcanza para responder la pregunta principal: ¿por qué los mató?


¿Por qué lo hizo si convivió durante años con ellos? Es más, conoció a la mayoría de sus amigos; viajó a su lado, ¿por qué los mato? ¿Quiénes fueron sus cómplices? ¿Dónde están? ¿Cómo ocurrió, realmente, el homicidio? ¿Dónde planearon el asesinato de mi mundo? ¿Qué los motivó? ¿Cuántas mentiras más deben caer para que salga la verdad? ¿Las leyes y sus penas alcanzarán para reparar el daño? ¿Tendremos justicia?


Más de 1,100 días transcurrieron desde el triple asesinato. Y cada vez surgen más dudas. El dolor crece; se acumula. Nuestros familiares tampoco entienden muchas cosas. Hermanas, tíos, sobrinos, primas… Cada uno en su duelo, con su pena. Algunos días con el llanto ahogado. Las más de las veces con las lágrimas reprimidas; igual ocurre con su enojo y frustración (https://www.altadireccionjuridica.com/post/luchar-contra-la-injusticia).


La proximidad del fin de año acentúa el dolor. Ahonda nuestra pérdida, remarca su ausencia. ¿Entiendes la magnitud de nuestra tragedia? ¿O solo escuchas? ¿Comprendes que a pesar del esfuerzo y el tiempo invertidos, el asesinato de nuestros seres queridos corre el riesgo de engrosar las estadísticas delictivas? ¡Su muerte puede quedar impune!


Ahora estamos inmersos en la investigación complementaria. Más adelante, según nos explicaron, atravesaremos el juicio oral. Tendremos que llevar a nuestros testigos. ¿Su testimonio alcanzará? ¿Creará la convicción en el juez, tal cual las palabras de nuestros abogados y de la Fiscalía? ¿Tendrá el peso suficiente para acabar con las mentiras sobre mi familia? ¿Bastará para que las personas involucradas en el triple asesinato tengan su castigo?


¿Y dónde están los medios de comunicación que con bombo y platillo anunciaron la captura de mi padrastro? Pregunto porque nos utilizaron hasta que se cansaron. En los noticiarios difundían una y otra vez que la detención ocurrió en un paradisiaco lugar de México, a las afueras de un hotel de gran lujo. Algunos “comunicadores” incluso llegaron al absurdo de adjudicarse la pista definitiva que permitió su localización. Lucraron con nuestra pena. La secuestraron solo para ganar likes y rating. Desollaron nuestra tragedia y luego fueron por otra presa.


Hoy, ya sin los reflectores, sin la atención mediática como dicen, transitamos con nuestra pena y búsqueda de justicia a través de un proceso penal que, a pesar de todas las pruebas, no tenemos la garantía que finalizará con una sentencia a nuestro favor. “No se puede garantizar nada al respecto”, nos dicen siempre que preguntamos sobre el desenlace. ¿Tienes idea de nuestra zozobra? ¿De nuestro desasosiego? ¿Y si te pasara a ti, qué harías?


*El autor es abogado, administrador, periodista y educador. Es perfeccionador y experto en compliance en Alta Dirección de Empresas y docente a nivel posgrado en materias de innovación, negocios, mercadotecnia y derecho.


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