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  • Por Luis Hernández Martínez*

Ni nos ven, ni nos oyen

Más allá de los argumentos a favor o en contra de la Ley de Seguridad Interior aprobada por el Poder Legislativo el viernes pasado (en breve será publicada por el Poder Ejecutivo en el Diario Oficial de la Federación), el sinsabor que me queda, la amargura, la impotencia (mezcla de asombro con incredulidad) es que no existe manera ninguna de que los diputados y/o senadores escuchen (y atiendan) las peticiones puntuales de la ciudadanía.

El sinsabor que me queda, la amargura, la impotencia (mezcla de asombro con incredulidad) es que no existe manera ninguna de que los diputados y/o senadores escuchen (y atiendan) las peticiones puntuales de la ciudadanía.

Cerrados, atrincherados en los puestos de lujo que por cierto pagamos con nuestros impuestos, los servidores públicos encargados de hacer las leyes en nuestro país no cedieron un milímetro. Dijeron: “Nosotros decidimos y nosotros resolvemos", sin la intromisión de Juan Ciudadano.

¿Cuál fue su argumento, más-menos? Que el ciudadano de a pie es incapaz de entender los aspectos técnicos inherentes a la ley. Que no tiene la capacidad de comprender, mucho menos la visión sistémica, para entender que era de vida o muerte aprobar la Ley de Seguridad Interior antes de que concluyera el año. Que no había tiempo para socializarla y atender las peticiones de varios colectivos y organizaciones (incluso internacionales) que señalaron muy puntualmente las deficiencias de dicho ordenamiento.

Es increíble la soberbia del Poder Legislativo. Su comportamiento es –en varias ocasiones, de hecho– escandalosamente inmoral. ¿A quién sirve? ¡No al ciudadano de a pie! Urge un mecanismo o herramienta que lo obligue a atender, incluso a obedecer la solicitud expresa de la sociedad. Y no me vengan que la reelección es la vía. No cuando el partido político que postuló al legislador debe candidatearlo de nuevo para legitimar dicho supuesto.

El Poder Legislativo sabe que su dinero, beneficios e influencias son una deuda con sus dirigentes partidistas, no con el mexicano que día con día lucha por sobrevivir, literalmente, en México. El comportamiento de la mayoría de los legisladores llega a ser tan pobre en ética que, incluso, algunos todavía ofenden y denuestan al ciudadano que no comparte su proceder. ¡Que vergüenza!

* El autor es abogado, periodista, administrador, youtuber y blogger. Abogado certificado por la Barra Mexicana, Colegio de Abogados (BMA) y miembro de la Comisión de Derecho Penal de la BMA. También es profesor de posgrados en Alta Dirección, Derecho, Gobierno y Políticas Públicas en la UNAM, UP, La Salle, EBC, HC Escuela de Negocios y Alta Dirección Jurídica.

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