Alma, cuerpo y liderazgo: el futuro humano de las empresas
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Actualizado: hace 2 días

Por Luis Hernández Martínez*
Polímata en cumplimiento estratégico, ética corporativa, liderazgo regulatorio e investigaciones periodísticas especializadas en empresas y negocios (también un ignorante razonable en otras disciplinas).
[Artículo dedicado a "Marcelito": pequeño milagro, llegaste para recordarnos la belleza de la vida. Que tu camino esté colmado de fe, esperanza y caridad. ¡Felicidades a tu mamá y papá!]
En una época donde la inteligencia artificial (IA) comienza a escribir correos, evaluar desempeños y hasta predecir renuncias, la gran pregunta para los líderes no es qué tan avanzadas están sus máquinas, sino qué tan humana sigue siendo su organización.
Y en ese punto, sorprendentemente, un pensador del siglo XIII tiene mucho que decirnos: Tomás de Aquino.
La persona como unidad de cuerpo y espíritu: una lección olvidada
Tomás de Aquino definió al ser humano como “una unidad sustancial de cuerpo y alma”, y no como una dualidad entre razón y materia. Para el napolitano, el cuerpo no es un “soporte biológico” y el alma no es un “software espiritual”: son dos dimensiones que existen para y con la otra, configurando lo que verdaderamente somos.
Tal visión, conocida como antropología hilemórfica, hoy puede parecer una curiosidad filosófica. Pero en un mundo empresarial que separa lo racional (productividad, eficiencia) de lo vital (cansancio, emoción, propósito), Aquino se convierte en un aliado estratégico.
El líder que comprende esta unidad no ve a su equipo como un puñado de recursos humanos, sino como personas en acto; seres que piensan, sienten, aprenden y se transforman integralmente.
Inteligencia artificial, las visiones de Aquino
La reflexión tomista parte de un principio que hoy vuelve a ser central en el debate tecnológico: “La operación sigue al ser”. Ninguna operación puede exceder la naturaleza del ser que la realiza.
Las máquinas pueden procesar información, pero no comprender ideas universales, no amar ni elegir el bien por sí mismas. Sólo una realidad espiritual (una inteligencia encarnada en libertad) puede hacerlo. Esto tiene consecuencias prácticas para la alta dirección posmoderna:
La IA puede asistir la inteligencia humana, pero nunca reemplazar su juicio moral.
Los algoritmos pueden detectar patrones, pero no discernir valores.
El liderazgo, en última instancia, sigue siendo un acto del alma, no de la programación.
Reducir la empresa a procesos automatizables es, en clave tomista, un error ontológico: se confunde la forma con la función; el ser con el hacer.
El liderazgo como acto del alma
Si “el alma es el principio de vida y unidad”, el liderazgo –en sentido profundo– no consiste en dirigir tareas, sino en dar forma vital a una comunidad de personas. Es un acto del alma organizacional: ese principio invisible que anima la cultura, orienta las decisiones y da sentido a los resultados.
Y si hoy le preguntáramos a Tomás de Aquino su opinión, el napolitano diría que la empresa necesita un alma racional colectiva, un modo de pensar que integre razón, voluntad y afecto. Una organización sin alma es perfectamente funcional, pero interiormente vacía; como un cuerpo sin forma que acabará corrompiéndose.
En términos posmodernos, tal planteamiento significa que:
La estrategia requiere razón.
La motivación requiere voluntad.
La cultura requiere espíritu.
El equilibrio entre estos tres niveles define la salud, el alma del cuerpo corporativo.
Capacitación: el gimnasio del alma organizacional
La alta dirección suele invertir en tecnología o expansión, pero la inversión prudente es la formación del alma corporativa. Y esa materialización de la virtud ocurre a través de la capacitación, entendida no como entrenamiento técnico, sino como una educación integral de la persona.
Capacitar, en sentido tomista, no es transmitir datos, sino perfeccionar potencias (perfilarlas hacia el conocimiento; entusiasmarlas en la búsqueda de la verdad). Cuando un colaborador aprende a razonar mejor, a comunicar con empatía o tomar decisiones éticas, su alma (su principio de acción racional) se fortalece. Ese crecimiento interior se traduce en eficiencia externa, pero también en lealtad, sentido y creatividad.
Una organización que capacita sólo en competencias duras crea técnicos. Una que forma en virtudes directivas (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) crea líderes completos. Y como señalaba el napolitano: “La virtud es lo que perfecciona al hombre en cuanto hombre (Aquino, 2010)”.
Y es que la ética organizacional no es un problema por resolver con un par de cursos o talleres, no. Es ante todo un asunto de liderazgo humanista, transformacional (por citar un par de características clave). Necesita una capacitación estratégica, encabezada por la C-suite de la organización.
Será muy fácil verificar mi dicho con la impresionante cantidad de casos de bancarrota o corrupción difundidos en diferentes medios. Ahí tienes el infierno corporativo que vivieron las compañías que mencioné en mi libro “Los 7 Pecados Capitales de las Empresas” (Hernández, 2000).
Empresas con alma en la era digital
La alta dirección contemporánea enfrenta un dilema ético y existencial: ¿Cómo mantener la rentabilidad sin deshumanizar la organización? ¿Cómo innovar sin perder el sentido? ¿Cómo crecer sin agotar a las personas? La respuesta tomista es clara: reintegrando cuerpo y alma en la gestión.
El cuerpo de la empresa son sus procesos, sistemas y métricas. Su alma son las personas, sus fines y su propósito moral. Y, sólo cuando ambos están en armonía, surge una organización verdaderamente viva.
Quizá el desafío más urgente de los Chief Executive Officer (CEO) del siglo XXI no sea pensar más rápido, sino pensar más profundo (y más humano). Porque en un mercado donde las máquinas imitan la mente, sólo las personas que conservan su alma pueden liderar con autenticidad.
PARA CITAR EL PRESENTE ARTÍCULO: Hernández, L. (2025, 23 de octubre). Alma, cuerpo y liderazgo: el futuro humano de las empresas [Entrada de blog]. Alta Dirección Jurídica. https://www.altadireccionjuridica.com/post/alma-cuerpo-y-liderazgo-el-futuro-humano-de-las-empresas
REFERENCIAS:
Aquino, T. (2010). Suma Contra Los Gentiles. México. Editorial Porrúa.
Hernández, Luis (2000). Los 7 pecados capitales de las empresas. México. Editorial Diana.



Con este texto genuinamente, se reflexiona sobre la manera en que se actúa dentro de las organizaciones y en la vida diaria, muchas veces nos enfocamos tanto en ser productivos o en seguir el ritmo de la tecnología que olvidamos el valor humano detrás de cada acción, repensar nuestro papel, significa asumir la responsabilidad de reconstruir entornos, donde la empatía y la ética se tan importantes como la eficiencia. No se trata sólo de adaptarnos al cambio digital, sino de humanizarlo, humanizarnos y de usar la tecnología como herramienta, y no como reemplazo del pensamiento o del alma.
Tener esto en mente es muy importante, porque nos recuerda que el verdadero progreso no está en automatizar todo, sino en mantener…